dilluns, 25 de juliol del 2011

Santo Domingo, Manantiales y la Sra. Gladys… un día para no olvidar.



Primer día de compartir en el Centro Comunitario que los Maristas tienen en la barriada popular de Santo Domingo. Para que os situéis: Santo Domingo es un barrio que nació como asentamiento (familias que venían de lejos huyendo de guerrilla o paramilitares y montaban su casita de plástico o madera invadiendo terrenos públicos) y que hoy en día está lleno de pequeños hogares construidos en obra con mucho esfuerzo. La situación en el barrio es muy conflictiva ya que las bandas de distribución de drogas lo controlan. No es raro que haya tiroteos por ajustes de cuentas y la gente vive entre la resignación y el miedo… Eso sí: con mucha esperanza.



En este contexto los hermanos maristas tienen un centro en el que se encargan, junto con diferentes voluntarios, de ofrecer educación informal (a aquell@s chic@s que no van al colegio). El ambiente que se respira en el centro es muy cálido y hemos tenido la posibilidad de compartir una clase en la que hemos estado explicando dónde está España, cómo hemos llegado hasta aquí… Un rato muy interesante ha sido el bombardeo de preguntas que nos han hecho para saber más sobre lo que más les inquietaba. Después juegos, partido de fútbol (MATADOR) y almuerzo con los educadores en el mismo centro.


Por la tarde, y bajo un sol de justicia, hemos subido (nunca mejor dicho) a la invasión de Manantiales. Deciros que hemos llegado exhaustos porque está situada en lo más alto de una montaña y la manera de subir es a través de pendientes descomunales. Allá hemos estado viendo la construcción de la biblioteca comunitaria que están realizando los maristas. Estamos seguros que será un gran servicio a la comunidad…



Y de aquí al ranchito de Doña Gladys. Una experiencia para no olvidar nunca (y seguimos subiendo...).



Doña Gladys es una mujer de unos 50 años (más o menos). Vivía en una finca a unas 12 horas de Medellín con toda su familia (marido e hijos). Allá cultivaban, trabajaban la minería y eran felices. Un día llegaron los paramilitares, les quemaron la finca y ellos se tuvieron que marchar. Como eran gente emprendedora empezaron en una segunda finca a construir su vida. Volvieron los paramilitares y mataron al marido de Doña Gladys, a cuatro de sus hijos y a una bebé recién nacida. Ella se tuvo que marchar con sus dos hijos restantes (un chico y una chica). Se llegaron hasta Medellín y después de dar muchas vueltas invadió (ella fue la primera) una parcela de la zona de Manantiales (que hoy tiene más de 1200 familias). A machete desbrozó el monte, construyó su casita de plásticos y cultivó lo necesario para subsistir. Su hijo, poco más tarde, decidió volver a su anterior pueblo porque no soportaba la miseria en la que tenía que vivir su madre. El mismo día en que llegó fue asesinado. Mientras nos explicaba todo esto la Señora Gladys nos decía: “es que no puedo soportar que encima estén durmiendo en mi cama, estando en mi casa, en mi jardín…” Para colmo de males hace poco tiempo, la lluvias torrenciales arrasaron con su casita dejándola literalmente sin nada. Seguramente cualquiera de nosotros nos hubiésemos hundido definitivamente… Pues no: la Sra. Gladys tiene tanta fuerza que a pesar de que llora algún rato mientras nos explica todo esto, siempre tiene una sonrisa en la cara y es capaz de seguir luchando, reclamando y esperando un futuro mejor.


Pero a todos los ángeles, y ella lo es, les llega su momento de justicia. Hace unos días un señor al que no conocía de nada pasó al lado de su casa destruida y después de conversar un ratito y viendo lo buena gente que era, le prometió un millón de pesos (400 euros) para que la volviera a edificar. Ella no lo creyó (quién lo iba a creer) pero por la tarde el señor volvió con la plata y comida para la casa. Desde luego los milagros existen… Ahora Gladys está reconstruyendo su casa y su vida junto a su hija de 16 años, Luisa, y regala cada día lecciones de solidaridad. Por lo menos con nosotros así ha sido…

Y a descender del cielo de los pobres a nuestra realidad, tal vez demasiado lejana, tal vez demasiado cegada, seguramente tan apartada de lo vivido hoy aquí que dudamos que haya sido real. Eso sí, para descender debemos pagar, como todos los de aquí (pero ellos cada día a cada instante) el peaje de la falta de infraestructuras del que nada tiene... ¿Hasta cuando

2 comentaris:

  1. Luis, hola!!!
    Vaya, q fuerte, pobre Sra. Gladys!!! Desde luego... q vidas más duras...
    Y q tal estás tú???
    Por aquí seguimos bien. El viernes ya nos vamos de vacaciones, así q contando los días q faltan. Tus sobrinas siguen bien: Inés deseando ir a Peralada para poder ir en bici y a la playa (palabras textuales) y Celia hecha un truchón. Cuando la veas, alucinarás!! Está como un tocinete!! Je, je.
    Bueno, te mandamos un beso muy muy gordo, vale?? Cuídate mucho y hasta pronto!!
    Te queremos mucho!!!!!!!!!!!!!

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  2. Intentando meterme en vuestros zapatos, siento distancia, pero distancia no sólo física; sin embargo y a la vez, siento que es una distancia que se acorta no en espacio sino en forma, y es que en esencia quizás no exista. Estaba escuchando a Macaco mientras te escribía, y como no creo en las casualidades, ahí va la frase que ha reclamado mi atención: "...volver al origen no es retroceder, quizás sea andar hacia el saber...".

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